miércoles, 31 de diciembre de 2008

Un cuento que escribi

Este post lo estoy dedicando a un cuento que escribí en parte como una exorcización de demonios internos, que debo decir surgió naturalmente, no siendo forzada para nada y en parte en tono de burla plasmando esas clásicas alucinadas que uno a veces hace con los patas bajo efecto del alcohol. He decirle a las personas que se puedan sentir ofendidas por el contenido del cuento, a pesar que no es para nada explicito ya que personalmente siento mas predilección por lo que se implícito y lo que se insinúa a lo frontalmente explicito, o a los que prejuiciosa y equivocadamente puedan pensar que soy un psicópata en potencia, que tomen este cuento en forma lúdica, soy una persona bastante normal que simplemente quería plasmar el contenido de una noche de tragos y además quería retarse a escribir algo una historia de terror.

El asesino se movía cual pez en el agua en la absoluta oscuridad que reinaba en la noche, corto el fluido eléctrico a las 8:00 p.m. tal como lo había planificado. Su presa era un capo de la mafia, al cual buscaba de eliminar no por un sentido de justicia social, no por una venganza personal, esas motivaciones, que eran las que normalmente habrían impulsado a un ser humano común y corriente, para el no significaban nada, el matar, el cazar eran parte intrínseca de su naturaleza. Así como para nosotros el respirar, el alimentarnos son actividades que no podemos dejar de hacer, el tampoco podía dejar de asesinar.

De antemano sabia que su presa se encontraría protegida por muchos guardaespaldas, conocidos en el argot popular como chalecos, pero esta dificultad en lugar de amilanarlo, incentivaba aun mas su frenesí bestial, el reptil que habitaba dentro de su cabeza se sentía extasiado como un pequeño niño sentado frente a una enorme torta. Si bien era un impulso animal, una compulsión primigenia la que lo conminaba a asesinar, esto no significaba que sus trabajos, como el les llamaba con cariño, estuvieran exentos de una fina planificación, que solo es capaz de realizar una persona de su magnifico intelecto, sin el cual en estos momentos se encontraría muerto o tras las rejas.

A lo largo de varias semanas se dedico a estudiar en forma minuciosa y discreta a su víctima, sabia que trabajaba en una entidad del estado presentando de esta forma una fachada honorable con la que conseguía despistar las investigaciones policiales. Pero esta coartada fue el mayor error de seguridad, aparte de el ultimo que cometió su presa en vida.

Atacar a un narcotraficante en su bunker hasta para el era un suicidio. Sin embargo realizar el golpe en el falso centro laboral de su presa, aminoraba considerablemente la dificultad del trabajo, la cantidad de chalecos contra los que se tendría que enfrentar seria mucho menor, según sus estimaciones quince en total, los cuales fungían como empleados de la institución.
Como predador que era, conocía el papel trascendental que jugaba a su favor la guerra psicológica, el minar la moral de las presas disminuía su capacidad de reacción, además que le proporcionaba a el un sádico placer, una sensación de poder, de dominación, que le era imposible resistir.

Aprovecho la oscuridad de la noche para ir eliminado a sus víctimas uno por uno, condenándolos a morir en las tinieblas, sin la posibilidad de ver cara a cara a su verdugo, el cual era demasiado rápido y sigiloso incluso para ellos. Como si esto no fuera suficiente también les mermaba psicológicamente la cacofonía formada por maldiciones y gritos de desesperación, disparos que se perdían en el aire, el sonido de carne cortada por metal, seguido por aullidos desgarradores de dolor y una casi infantil risa burlona. Conforme iba avanzando la pelea e iban quedando cada vez menos mafiosos en pie, se iban convenciendo cada vez mas de dos cosas, primero su enemigo era una sombra virtualmente imposible de atrapar, y segundo ninguno de ellos saldría vivo de allí.

Cuando todo termino reinaba el mas absoluto silencio en el edificio, quedaron regados a lo largo del piso quince cuerpos brutalmente mutilados. En medio de la masacre se encontraba un hombre de estatura y complexión promedio, en una mano sostenía una pistola, en la otra una sierra eléctrica con forma de sable, su cuerpo estaba completamente empapado de la sangre de sus víctimas, colgaba de su cuello el cráneo del capo que vino a buscar. Pensó que realmente había sido una buena cacería, e interrumpiendo el sepulcral silencio comenzó a reír maniaca y estrepitosamente.

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